jueves, 9 de diciembre de 2010

resumen de hanna la condicion humana

Resumen de todo el libro de hanna
La vida activa se expone en el libro La condición humana. Se trata de las tres
actividades básicas que el hombre lleva a cabo en el tiempo entre nacer y morir:
labor, trabajo y acción. Lo común a estas tres actividades es que se realizan con
el cuerpo y en un ámbito perceptible a los sentidos de todas las personas. En
apariencia, ellas constituirían la totalidad de la vida humana. Sin embargo, una
aparente ebullición de actividad puede estar más vacía de significado que la
pasividad total. De hecho, dentro de la vida activa, sólo la acción es política.
Veamos de cerca cada una de las tres actividades básicas para adentrarnos en el
problema.
Labor. La labor se distingue por corresponder a los procesos cíclicos necesarios
para la vida biológica. Cuando la realizamos estamos tan cercanos como es posible
a la naturaleza, en el sentido antes explicado. La labor no nos distingue de
los animales, pues ellos también tienden a procurarse su sustento y cuidar su
vida. A esto se debe el que la labor no es ni pueda ser nunca política: aunque se
realice en contigüidad de otros hombres, no genera por sí misma nada entre
ellos, más que, quizás, el sentimiento rítmico y placentero de esforzarse por
obtener el sustento.
En la antigüedad griega, los esclavos eran quienes realizaban la labor, de
tal forma que los ciudadanos quedaran libres de ella y pudieran vivir la política.
La labor correspondía entonces a la privacidad del hogar. Gradualmente, la labor
fue saliendo de la intimidad de la vida privada.
La labor debe limitarse a ser sólo una parte de la vida. Es un logro que ya
no se la deba ocultar ni endilgar a los esclavos; sin embargo, Arendt la usa como
categoría para ilustrar el campo de lo no político, categoría que tiene un enorme
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y peligrosísimo potencial de confundirse con las actividades más propiamente
humanas; las acciones políticas.
Trabajo. “El trabajo proporciona un «artificial» mundo de cosas, claramente
distintas de todas las circunstancias naturales” (ibídem: 35). Lo producido por el
trabajo sobrevive y trasciende a los trabajadores. En él, el hombre es amo de la
naturaleza: la violenta tomándole material para fabricar objetos que ingresarán
al hábitat humano. Lo que se fabrica en el trabajo no tiene el fin principal de
sostener o hacer más fácil la vida, sino de objetivar un mundo “artificial”, intencionadamente
humano.
El trabajo no es político, pero le abre a la política la posibilidad de existir
al construir un hogar para ella. Para Arendt, la obra de arte corresponde a esta
categoría. El artista produce objetos que quedan por largo tiempo en el mundo,
constituyéndolo: “los hombres que actúan y hablan necesitan la ayuda del homo
faber en su más elevada capacidad, esto es, la ayuda del artista, de poetas e
historiógrafos, de constructores de monumentos o de escritores, ya que sin ellos
el único producto de su actividad, la historia que establecen y cuentan, no sobreviviría”
(ibídem: 195).
Acción. La noción arendtiana de acción, que es la actividad política, es poco
ortodoxa, delicada y llena de matices. Para entenderla es necesario definirla
desde varias perspectivas y descartar a muchas usurpadoras que pretenden hacerse
pasar por ella, pero que, una vez hechas a un lado, pueden dejar iluminada
la esencia del actor político en su pureza y complejidad.
La acción es la actividad del hombre en cuanto hombre, lo cual quiere
decir; en cuanto es plural. Un espécimen de nuestra raza no sería humano si no
viviera en medio de otros como él que a la vez fueran diversos de él. “El discurso
y la acción revelan esta única cualidad de ser distinto. Mediante ellos, los hombres
se diferencian en vez de ser meramente distintos; son los modos en que los
seres humanos se presentan unos a otros, no como objetos físicos, sino qua hombres”
(ibídem: 206).
Sólo se puede llamar acción a aquélla que es realizada con plena originalidad;
y no como consecuencia de tendencias o fuerzas ajenas al actor. La acción
es frágil porque es un hombre solo el que la inicia, pero su continuación depende
de mil hombres más que la interceptarán y la llevarán a desenlaces inimaginados
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o la conducirán a la nada simplemente con ignorarla. Un hombre fuerte podrá
someter a los demás para realizar grandes obras, pero no está actuando políticamente,
no está interactuando con otras personas, sino que las está usando como
“material humano”. Al usar a los hombres, los mata qua hombres (ibídem: 216).
En este tipo de acciones tiránicas, no se engendra ningún poder ni se construye
ningún mundo. Es sólo una fuerza física que lleva a consecuencias desprovistas
de significado humano, aunque sean muchos los implicados. Las auténticas acciones,
en cambio, tienen su grandeza y su significado “en la propia realización,
y no en su motivación ni en su logro” (ibídem: 231). La acción se distingue
porque, a través de ella, el actor pone de manifiesto ante otros su cualidad de ser
«quién», de ser un hacedor de milagros.
La acción y el discurso son indeterminados por definición. Entonces, ¿qué
impide que el mundo humano sea un caos completo? Por un lado, la objetivación
de dicho mundo en la fabricación, la cual pone objetos sólidos y duraderos que
median entre las personas. Por el otro, existen diversos mecanismos que nos
marcan caminos por los cuáles transitar humanamente. Arendt no los conceptúa
como tales, sino que los explica a lo largo de su obra en diferentes momentos.
Sin embargo, todos estos mecanismos contribuyen a la edificación de un mundo
humano que no se desmorona con la indeterminación de la acción. Se trata de
los siguientes.
En primer lugar está la nomos, en el sentido griego; es la ley que nos marca
límites para la vida. Según Arendt, ni la nomos ni su legislación eran políticas
para los griegos, sino que eran requisitos previos para la política. La nomos
establecía las fronteras de la polis así como lo permitido y lo prohibido hacia
dentro de ella. De esta forma, su imperio sentaba las bases de lo que sería la
convivencia entre iguales. Gracias a la nomos, la relación con los demás ciudadanos
no era arbitraria ni se tenía que elegir entre posibilidades infinitas, sino
que se daba con lineamientos establecidos de lo que se consideraba humano y
legítimo.
La lex romana es otro mecanismo que impide el caos del mundo. Antes de
que el Imperio Romano pasara a la fase en la que sometía a los pueblos a los que
vencía, solía establecer ligas con ellos. Se trataba de un acuerdo entre dos pueblos
contrayentes. Dicho acuerdo ampliaba el mundo humano al establecer posibilidades
de relación entre diversos grupos de personas. Gracias a la lex, no era
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posible tratar de cualquier forma a los extranjeros, sino que había pautas definidas
para hacerlo, mediante las cuales se hermanaban.
Dentro de los que estamos considerando mecanismos para encauzar la libertad
humana se encuentra el perdón. Él nos permite otorgar a nuestros agresores
la oportunidad de empezar de nuevo. Los actos malos que cometemos
libremente no tendrían marcha atrás si los afectados por ellos no tuvieran la
posibilidad de perdonarlos. De forma similar, la comprensión alivia la indeterminación
de la acción humana, pues gracias a ella, el hombre se reconcilia con
los hechos pasados que no puede cambiar.
Por último, contamos con las promesas, que nos permiten tener algunas
certidumbres con respecto a nuestra acción y a la de los demás. Sin ellas, “…no
podríamos mantener nuestras identidades, estaríamos condenados a vagar desesperados,
sin dirección fija, en la oscuridad de nuestro solitario corazón, […]
oscuridad que sólo desaparece con la luz de la esfera pública mediante la presencia
de los demás, quienes confirman la identidad entre el que promete y el que
cumple” (ibídem: 257). Todos estos mecanismos impiden que una acción, al
nacer, quede desamparada en la indeterminación; son las pautas del actuar humano.
De no ser por estos mecanismos, la acción humana sería libre hasta el punto
de multiplicar exponencialmente –y hasta el absurdo– sus posibilidades. Sin
embargo, tampoco tiene sentido, para Arendt, el habitar exclusivamente en un
ámbito privado que sólo responda a las tendencias de la vida biológica. El actor
político es, en resumen, aquél que se atreve a salir de la oscuridad de lo privado
para enfrentarse con sus semejantes y ejercer su creativa libertad en un mundo
establecido. Es actor quien actúa por la acción misma, quien la inicia porque
quiere iniciarla; a diferencia del laborante que pretende satisfacer necesidades y
del fabricante que busca la utilidad d

2 comentarios:

  1. gracias blogero aleatorio, me ayudo a comprender lo que hannah queria decir por accion

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  2. Hola. Puedo ver el resumen completo de alguna manera? gracias!!

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